Eso, aquello...

Sin llegar a ser dulce, puedes llegar a ser amargo, según las ganas, según la intensidad en la que tu voluntad proceda. Pero a pesar de ello, siempre apeteces, verano, invierno, otoño, incluso en primavera.

Produces la vulneración, la inocencia de día, y el diablo de noche. La inestabilidad de mi piel se aferra a las yemas de tus dedos, y el contacto comienza a afectarme, a despertarme, a querer arrancarte toda la sustancia de un sorbo, a querer despertar de este sueño/realidad quizás mañana, o seguramente quiera decir nunca.

Porque a veces, eres el único que me da vida, que me da el impulso para escribir, para fluir, volar, alcanzar la plenitud...

El "ahora"

El "ahora" siempre es el principio, o al menos eso es lo que debería ser.
Ahora es cuando podemos, cuando debemos emprender, cuando tenemos que arriesgar sin mirar atrás.
Ahora es el momento, la oportunidad del positivismo, de vivir, de hacer todo lo que siempre hemos querido hacer, porque nunca es tarde.

Vive, sueña, ríe, pero hazlo ahora.
Mañana ya es tarde, mañana será otro "ahora", pero un ahora distinto.

No dejes escapar el tiempo, porque el tiempo vuela, y es muy loco, y yo que tú no me fiaría del mañana.

"Lo que no se empieza nunca acaba"

"Lo que no se empieza nunca acaba"; y eso es lo peor de todo, que permanezca viva aún la llama sin poder aprovecharla, dejando que se quemen todos los recuerdos y los intentos de ser algo que nunca fue.

Seguramente fueron los meses más intensos de amor de mi vida, la mayor inspiración de estos meses de invierno, pero ahora quizás quiero que llegue el verano. Quiero que llegue el verano para no tener la necesidad de arroparme entre tus brazos, para expulsar con sudor todo lo que podríamos haber sido, para deshacerme de este amor tan loco pero tan cierto.

Los que vivimos de emociones

A muchos nos gusta arriesgar, ir a contracorriente, ir a destiempo, no controlar, dejarnos llevar.
Nos gusta tanto aparecer de repente como desaparecer.
Nos gusta enamorar, y enamorarnos de cada mínimo detalle.
Siempre queremos estar en todos lados y no estar en ninguno a la vez.
Nuestra mente suele ser un caos, un caos que busca una salida en cualquier otra mente despierta.

Por lo que somos un cúmulo de sensaciones diversas, porque lo que nos mueve son las emociones, vivir intensamente sin dejar escapar cada detalle.

Por ello nos gusta escapar, que nos lleven, que nos descubran, que nos sorprendan, porque necesitamos un nuevo aire cada día, una mente capaz de entendernos y de conexionar con nosotros mismos.

Por lo tanto, es todo cuestión de mentes.

¿Relaciones cortas o relaciones largas?

Dicen, o digo, que las historias de amor más bonitas son las más cortas, las más intensas, las inesperadas, las que nos revolucionan el corazón por minuto, las que tan pronto vienen como se van. Esas historias que permanecerán siempre en nuestro recuerdo por mucho que pase el tiempo.

Pero sabemos que son historias sin feedback, y que por mucho que queramos volver a ellas nunca volverán a suceder.

Y en ese momento es cuando valoramos las historias largas, las historias con recorrido. Las historias que dan tiempo a conocer a la otra persona con profundidad. Esas historias en las que empiezas a valorar que no somos perfectos, que todos tenemos fallos, y que esos fallos son los que hacen que una historia larga sea una historia bonita.

Son historias que se construyen con una base, un fundamento, y que sin darse cuenta no importa lo largas que sean sino el contenido de ellas.
Es construir un camino al lado de la otra persona, madurar, aprender a crecer, y a ver que en la vida las cosas más pequeñas son las cosas más grandes.

Es esa confianza que no te deja imaginar tu vida con otra persona. Porque la confianza es la base de las relaciones, y sin ella no hacemos nada. Y por mucho que pasen días sin ver a esa persona, sabes que él es la persona a la que quieres contarle la primera buena noticia del día, o la noticia más dura, o lo primero que se te pase por la cabeza.

Que un día puede ser muy gris, pero los que vienen detrás son los días más felices de tu vida, porque sabes que vas a pasarlos junto a él.

Y que si es un domingo, como si es cualquier día, vives de su sonrisa.

Inmortal en el amor

Te creías inmortal hacia el amor, que nada te afectaba tanto, que eras fuerte con lo que amabas. Pero te diste cuenta que no era así, que cuanto más amabas algo, más débil te convertías, que cuando algo no iba bien, el dolor era más fuerte por dentro que por fuera. Que cuando lo que te gusta va bien eres la persona más feliz del mundo, pero cuando se derrumba eres un vagabundo que se arrastra por las esquinas.

Y para llorar se llora mejor bajo la lluvia o en la ducha...

Tú también tienes que remar

Antes todo parecía más fácil, solo bastaba con echar un poquito de menos y querer un poquito de más.

Parece que nadie nos queremos enganchar a nadie, que queremos ir por libre, decidiendo por nosotros sin tener en cuenta las repercusiones en los demás. Pero al final por más que queramos controlar las situaciones, las controlan nuestros sentimientos, y si ayer estabas por debajo ahora estás por encima.

La vida es un ciclo y todos sus componentes también. Antes los efectos eran mínimos, ahora vienen por doble. Y si pasa esto es que tenía que pasar. Porque lo que no sucede es porque no debe de suceder, bien porque llegará su momento o bien porque nunca llegará. Así que me quedo en el barco hasta que el río nos lleve a su cauce, eso si, siempre actuando para no caernos, actuando para ser más fuertes, intentando conseguir algo que llevas esperando meses. Porque lo que no debes de olvidar es que aunque te quedes en el barco esperando a que el río te lleve a su cauce, tú también tienes que remar.