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sábado, 15 de octubre de 2011

Sol espléndido

Abrí la puerta, hacía un sol espléndido, estábamos en otoño, pero las temperaturas eran acordes a las de verano. Nada parecía eterno, cualquier objeto de la calle era efímero, ya fuera un ser vivo o inerte. Nadie parecía relajado, todo era ajetreo, sin permanecer una mente tranquila, despejada, cada uno con sus preocupaciones. Nadie quería parecer afligido, intentaba cada uno de los seres vivos mantener una sonrisa intacta, de oreja a oreja, aún sabiendo todo lo que le reconcomía por dentro. Cada uno con sus situaciones, desde la más misera tontería hasta grandes problemas incapaces de solucionar.

El mundo parecía terminarse en esos instantes, pero yo no me podía engañar, tenía mucha fuerza para seguir adelante, muchas ganas de saborear la vida. Sabía perfectamente que algo me faltaba, pero también que algo me sobraba, y eso era el miedo.

Buscaremos nuestra función, nuestro puesto en la vida, nuestro camino, solo hay que seguir las huellas, los instintos, y sobretodo, seguir con todo aquello que realmente nos hace felices.

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